El Festival de Otoño en Madrid ha pensado reunir en un
mismo escenario cuatro manifestaciones artísticas que
tienen mucho en común, aunque una de ellas no lo
parezca. Se trata de la música, con especial referencia a
la ópera; la danza; el teatro, y la gastronomía.
La gastronomía se ha incorporado como manifestación
artística en los últimos tiempos.
Antes, la cocina era
artesanía, reproducción de recetas tradicionales o establecidas de antemano.
En la actualidad, los cocineros tienen libertad para crear y se han convertido en
auténticos artistas, con relieve incluso mediático.
Cuatro expresiones culturales. Lo más característico de estas cuatro
expresiones de la cultura y del arte es que las cuatro necesitan un escenario
para que el público pueda conocerlas, gustarlas y aplaudirlas. La música, el
ballet y la ópera como el teatro no pueden entenderse fuera del escenario en
que se desarrollan. En el exterior, normalmente a oscuras, el público lo
contempla, lo escucha, lo interpreta, lo aprecia o lo desprecia. Lo mismo ocurre
con la cocina, con la gastronomía.
Es indispensable un escenario, el salón, el
comedor, el restaurante, el lugar donde se sitúa la mesa y donde poco a poco
van apareciendo los platos, las recetas y las creaciones culinarias. En este
caso, los comensales están en el espacio iluminado, son los espectadores que
comparten con el cocinero su creación efímera.
Pero además de esta característica común, de la necesidad de un escenario,
de un entorno, las cuatro manifestaciones artísticas que se han reunido el 30
de octubre en el Teatriz de Madrid, tienen otra característica fundamental. Se
acaban en cada sesión, en cada representación, en cada comida. Otras
expresiones artísticas como la arquitectura, la escultura o la pintura
permanecen. El cuadro, la escultura o el edificio son iguales hoy que mañana.
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Secretario General de la Fundación de Estudios Sociológicos. Presidente de la Academia Española de
Gastronomía
En el caso de un concierto, una ópera, un ballet, una obra de teatro o una
comida, no son dos veces iguales.
La misma orquesta tocando la misma partitura suena distinto un día que otro.
Lo mismo ocurre con una representación teatral, con un ballet o con una ópera.
Son actuaciones efímeras que hoy día pueden mantenerse con las nuevas
tecnologías de reproducción, tanto en “cd” como en “dvd”. Pero en vivo, en la
realidad de un escenario, cada día la música suena distinto, los actores hablan
de una manera diferente y los bailarines interpretan la danza según el
momento.
Exactamente lo mismo ocurre con la comida. El mismo cocinero, con los
mismos productos y la misma receta consigue resultados diferentes cada día o
cada noche. Es curioso cómo el mismo plato tomado en el mismo restaurante y
cocinado por la misma persona sabe de una manera en cada ocasión. En este
caso, porque, además, los productos tampoco son los mismos. Un tomate no
es igual que otro aunque procedan de la misma planta. Como un pez o un fruto
del mar de la misma especie, del mismo tamaño y aparentemente iguales,
suelen ser muy diferentes en cada caso.
El Festival de Otoño de Madrid.
Por eso, esta iniciativa del Festival de Otoño
tiene el atractivo de reunir cuatro manifestaciones artísticas que tienen esas
dos características comunes. Hay que disfrutarlas cuando uno tiene la
oportunidad de hacerlo y requieren un escenario para su representación.
Lo más curioso es que desde esta perspectiva, la gastronomía, la cocina como
expresión artística, se identifica con expresiones culturales consagradas a lo
largo de la historia, como el teatro, la música, la ópera, el ballet o la danza.
La gastronomía, la cocina, en los últimos años, ha pasado de ser artesanal
para ser una obra de arte. Antes, los cocineros, tanto en las casas como en los
restaurantes, se limitaban a repetir, a interpretar las obras maestras de la
cocina universal, esas recetas maravillosas inventadas por nuestras madres,
abuelas y bisabuelas a lo largo de la historia. También, la llamada alta cocina o
cocina clásica de principios de siglo.
En la actualidad, todo es diferente. Los cocineros, como decía antes, se han
convertido en auténticos artistas, capaces de crear obras extraordinarias, tanto
desde el punto de vista del gusto, el tacto o el olfato como, también, desde el
punto de vista estético.
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